Estremecedor sincretismo en las gradas durante el partido de baloncesto de ayer entre España y Francia:

(Captura de la imagen de la Sexta por Mienmano)
El tiempo acaba convirtiendo en parte de la herencia común usos y símbolos que con frecuencia nacieron gravemente tarados. La colcha de retales heráldicos fruto del delirio racista de un chalado acabará siendo aceptada por todos los vascos como su enseña representativa; el logo publicitario de un coñac peleón, anclado en los tópicos turísticos de la más indefendible de nuestras fiestas, se convirtió hace ya tiempo en el guiño gráfico de los españoles que no se avergüenzan de serlo, pese a todos los defectos de nuestra nación (y del torito).
Un matrimonio entre los dos puede resultar chocante, pero si el matrimonio no es de conveniencia, que es por amor, bienvenido sea. El amor es ciego, desde luego, y la mayor parte de las bodas son un poco horteras.

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