20 de junio de 2007

Lo mejor del mundo.

(Reflexiones sobre el arte, el periodismo y la corrección política)


Ocurrió anteayer, durante la retransmisión por Realmadrid TV de los actos de celebración del triunfo liguero del Real Madrid. Estaban en aquel momento futboleros y políticos en la Catedral de la Almudena, haciendo ofrenda a la Virgen del título conseguido, y se terció entonces que los dos comentaristas, uno, un hombre en el estudio, y la otra, una joven cubriendo la noticia desde el templo, comenzaran a hacerse lenguas de la belleza y majestad de la obra.

No nos engañemos: la Catedral de la Almudena es una construcción algo extraña, que presenta una curiosa mezcla de estilos no muy bien avenidos, fruto de un largo y azaroso proceso. Antecedentes que son bien comunes en la erección de todas las bellísimas catedrales que adornan Europa, que son, sin excepción, más armoniosas, pero ¡ay! éstas se construyeron en una época en la que el gótico y el románico eran de verdad, la pura expresión espiritual de un pueblo, y no un pastiche academicista que no siempre encaja adecuadamente en el mundo real una vez lo sacas del tablero de dibujo.

Naturalmente, no se espera que unos periodistas deportivos que están cubriendo una celebración vayan a ejercer de críticos de arte, ni que vayan a ser especialmente críticos o ácidos. Pero, no sé si por el contagio de tanta dialéctica grandiosa ("el mejor equipo, el mejor estadio, el mejor club, lo mejor, lo mayor, lo más grandioso") ocurrió que una alusión ociosa al "bonito templo" se convirtió en poco menos que un compromiso público de madridismo y de madrileñismo. El locutor masculino incitaba a su compañera a que subiera el tono, y abundara aún más en ditirambos en favor de la arquitectura de la Catedral, de tan reciente construcción, cada vez más expresos, cada vez más subidos de tono, en un ambiente amable, festivo, pero indudablemente implícito en la visión de "eso es lo que debe decir y pensar cualquier buen madrileño y/o madridista, y lo que debe aceptar cualquier forastero que venga aquí a trabajar si quiere que lo aceptemos".

Esto último lo entendí cuando al final la chica, que no era de Madrid, tuvo que hacer profesión pública de que ella le estaba muy agradecida a Madrid y a los madrileños, que estaba feliz y orgullosa de integrarse en tan gloriosa comunidad, y que la Catedral de la Almudena le gustaba tanto como la de su lugar de origen, por no decir más.

La joven resultó ser de Burgos, cuya catedral gótica es Patrimonio de la Humanidad, uno de los templos más hermosos del mundo.

¡Pero no acabó la cosa aquí! La nueva conversa a la doctrina de "todo lo que hay en Madrid es, como mínimo, tan bueno como lo mejor que haya en cualquier otro lugar, o por lo menos así debe decirse" se puso a predicar con el ejemplo ¿y a quién encontró en su camino? A Fabio Capello, que diplomáticamente, pero al menos con la dignidad que da la concisión, también se vio obligado a conceder ante la insistencia de la periodista que la belleza de la Catedral de la Almudena era comparable a lo mejor que había visto en su tierra de origen. No faltaba più.

El señor Capello, que pese a lo tosco en el estilo de sus planteamientos futbolísticos, es inusualmente culto para ser un profesional del fútbol (y mucho más que algún argentino charlatán que vegeta en los aledaños del tomateo pseudointelectual en que se ha convertido últimamente la información deportiva; argentino que, para colmo, también de fútbol sabe menos que Capello) nació en las cercanías de Trieste, bellísima ciudad casi en la frontera con Croacia cuya catedral no es particularmente conocida para hacer unas comparaciones evidentes.Sí podemos decir algunos de los lugares de Italia en los que ha ejercido su profesión, y cuyos monumentos debe conocer bien: Roma, Milán y Turín. Emporios del arte (especialmente las dos primeras) en los que un edificio tan discutible como la maravillosa y estupenda Catedral de Madrid en el mejor de los casos hubiera pasado piadosamente desapercibida.



¿A dónde quiero llegar? A que debemos poner coto a ciertas espíritus localistas. Yo me alegré sinceramente del triunfo del Real Madrid porque no soy madrileño, pero soy español, y nunca hasta ahora había visto tan asumido, tan gratuito, tan ubicuo, tan oficial, el rechazo a España en tantos equipos rivales del Madrid, y el rechazo al Real Madrid por su españolidad. Esas tendencias odiosas (por el odio que implican y por lo odiosas que se me hacen) están inmersas en esta tromba de nacionalismos multiformes que tanto amenazan nuestro futuro, y de ellas estamos viendo ahora su apogeo, pero por lo general presentaron en sus inicios unas características que me gustaría señalar a todos los madrileños, madridistas y madrileñistas para que tomen nota:

  1. Casi todas ellas comienzan de una forma mucho más modesta y apacible, e incluso ahora pueden adoptar ese perfil para dar buena impresión a los forasteros desprevenidos. "Debes elogiar, aceptar su cultura, si quieres que te acepten para vivir aquí. ¿En qué consiste su cultura? En lo que ellos te digan" "Diles que son encantadores, que su región es maravillosa, y su lengua, su cultura, al mismo tiempo tan tradicionales y tan avanzadas. Y sobre todo, si hubiera algo que criticar, calla. La gente de fuera no tiene derecho a criticarles en nada, ni en el detalle más nimio."
  2. Son enfermedades contagiosas. El resquemor, la sensación de agravio que se te queda ante tanta miopía, ante tanto desprecio por lo de los demás, ante tanta continua y obsesiva estrategia de rechazo a los nexos comunes pueden impulsarte a querer defender lo propio con un ánimo parecido. Y eso es contraproducente si eres, si quieres ser español: tu cultura, tu historia, puede tener muchos defectos, pero desde que nació siempre fue universal.
Y si queremos vivir en una España libre, tendremos que tratar con cierta naturalidad las críticas, las que se hacen y las que se reciben, y no irnos envolviendo en banderitas que pueden acabar convirtiéndose en mordazas. Resumiendo:

Amo España, amo Madrid, amo Barcelona. Amo a toda la Humanidad y a varias especies animales como los gatos, los perros y los langostinos.

Y la Catedral de Madrid es fea.

Y Barcelona está llena de cursiladas, y a duras penas puede pretender ser una gran ciudad cosmopolita porque a duras penas es una gran ciudad.

Y el estadio de San Mamés no es una catedral: es un desabrido remedo de nave industrial, y su señorial afición tiende a comportarse de maneras muy poco señoriales cuando alguien duda de su señorío.

Y Murcia huele mal.

Y Soria es deprimente.

Y Oviedo es cursi y pequeñoburgués, y Gijón no es mejor que Oviedo.

Y la Costa del Sol es la apoteosis del mal gusto.

Y Sevilla es lo mejor del mundo, con la posible excepción de Triana. ¡Faltaría más!



1 comentarios:

El Cerrajero 20 de junio de 2007, 20:38  

Aplausos por la entrada.

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