14 de noviembre de 2010

Vivo en un polígono (1)

Maravillosa semblanza de la educación y la sociedad españolas de mano de Maximiliano Bernabé Guerrero. Recomiendo su lectura.

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VIVO EN UN "POLÍGANO".

Vivo en un Polígono. Esto no es una confesión de marginalidad, ni mucho menos. Es un barrio en todo asimilable a cualquier otro, de hecho compramos la vivienda en éste por su precio un poco más bajo que en otras zonas más céntricas, no por amor al riesgo. Es un barrio que creció al lado de uno de los llamados polos de descongestión industrial de la década de 1960 -el de Toledo-, es por eso que, a pesar de tener otro nombre más respetable, se le conoce como “El Polígono”. Por lo demás, en lo práctico, no le queda demasiado de aquel carácter. La mayor parte de la población se ocupa en el sector terciario. Todo esto para ilustrar cómo el Polígono se transforma en “El Polígano” en virtud de las directrices de nuestros responsables educativos. Hablamos de la llamada adaptación del centro al medio, a un medio que incluso no existe como tal, dentro del marco de la autonomía de los centros.

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Haciendo unos pocos kilómetros, tengo mi puesto en un instituto de un pueblo de unos 5.000 habitantes, de economía predominantemente agrícola y ganadera, con alguna pequeña industria. En los últimos años, y hasta hace aproximadamente uno, se hizo dinero, no sé si fácil, con actividades relacionadas con la construcción. Recuerdo que en una visita de nuestro inspector , tras soltar la carga prevista de doctrina pedagógica logse-loesiana, hizo una advertencia mucho más clara que los fárragos que había desembuchado poco antes: a la hora de calificar y evaluar había que tener en cuenta que nuestro pueblo es eso, un pueblo, que por ello el nivel cultural de sus habitantes es bajo, que ahora (hace tres años) manejan mucho dinero porque muchos son albañiles y que sus hijos, mis alumnos, salen tres noches a la semana con más de cien euros en el bolsillo cada una. Por esta razón, nada de clases magistrales ni aprendizaje memorístico, mucho menos hablar de cosas que les sean lejanas en el tiempo o en el espacio. El encadenamiento perversamente lógico del señor inspector parece aplastante: Poca cultura, albañilería, billetes, no hay que pedir mucho. ¿Significa esto que dependiendo de donde viva uno se le da un tipo de enseñanza? ¿Sucede esto en el sistema público español, en sus diecisiete sistemillas autonómicos? Al parecer, así es.

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Volvamos ahora a mi barrio, concretamente a su aspecto más divertido, sus fiestas de mediados de Junio. A lo largo de varios años he venido observando que las actividades que se organizan para los adolescentes imitan descaradamente lo que alguien supone que hacen los chavales marginales en las ciudades de los Estados Unidos de América. Se trata de “hip-hop” con letras sobre violencia y delincuentes, pintadas en muros desconchados (como ya no tenemos de eso, se levantan de cartón piedra y luego se desmontan) a las que se llaman “grafitti”. Incluso el periódico del barrio organiza algo con los chicos de uno de los dos institutos llamado “Observatorio de no sé qué” en el que aparecen temas de convivencia educativa, es decir casos de gamberrismo, ante los que hay que adoptar “medidas educativas”. Como si a un sujeto que roba en una frutería, en vez de aplicarle las normas penales tuvieran que imponerle una supuesta ley frutera. En alguno de los ejemplares de esta publicación he llegado a leer que los profesores deben ser lúdicos y no aburrir a los chicos, porque, si no, estos reaccionan y pasa lo que pasa. En otros barrios más céntricos, durante sus fiestas, no es que estén exentos de estas bazofias, pero también organizan concursos literarios, conciertos de coros o qué sé yo. Y todo ello, lo que sucede en mi barrio, en virtud de una supuesta, más falsa que Judas por otro lado, mística obrerista suburbial. Una mística surgida no ha mucho, porque los movimientos obreros de verdad, a principios del s. XX, lo que pretendían era exactamente lo contrario, emancipar a las masas trabajadoras. La cultura era una de las salidas. Alejar al obrero de la taberna y llevarlo a la biblioteca. No sé, estoy pensando ahora en las novelas de Zola y otros. Pues aquí, en el “Polígono”, en el que unos cuantos se esfuerzan por recrear una realidad virtual, se trata de lo contrario, de encauzar a las generaciones jóvenes hacia la degradación educativa, social y hasta personal. Hacia una especie de chabolismo metafísico. Si a alguien metido en toda esta mitología del suburbio, en un momento de flaqueza mental, pues siempre me propongo no entrar al trapo, le hago alguna de estas observaciones, por supuesto que no tan extensa, porque no quiero ser linchado como fin de fiesta en las verbenas del barrio, invariablemente me suelta algo del tipo: “Lo que pasa es que eres un rancio y un elitista”; o: “¡Qué pesado! Siempre quejándote, pero si ahora los institutos tienen de todo, todos los niños van con ordenador”. En lo segundo estoy de acuerdo. En lo primero, ya voy a acabar por pensar que también. El caso es que nunca en la Historia de la enseñanza en España, con tantos medios se ha logrado tan poco.

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Para seguir hablando de un servidor, hice el Bachillerato en Alcalá de Henares, entre 1986 y 1989. Entonces tenía unos 180.000 habitantes y contaba con cinco institutos, entre BUP y Formación Profesional. Hoy día vivo en Toledo, unos 80.000 habitantes, y nueve institutos. ¿Qué sucedía entonces? El palabro ese de las “ratios” no lo conocíamos. Tampoco sabíamos que estábamos masificados, pero en cada aula se apiñaban más de cuarenta alumnos, en dos turnos. En las puertas no había candados, ni tampoco existían decenas de normas para no cumplir. En su lugar, libertad y respeto entre profesores y estudiantes, y eso que en el recreo nadie te impedía salir para ir a algún bar del vecindario a tomar una caña. Nunca terminaré de agradecer a los profesores de aquel Instituto de Bachillerato Complutense gran parte de lo que he llegado a ser, o a no ser, hoy, después de unas cuantas derrotas. Igual que a los del Colegio Público Dulcinea, de la misma localidad. Si alguno lee esto, que se dé por aludido y que se quede con mi admiración y mi cariño. En un entorno social que, a veces, no era el mejor supieron inculcarme el amor al saber, y la disciplina del esfuerzo.

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Y a lo que iba, que no quiero dispersarme más: todo esto para decir que esa majadería que recoge tantos aplausos en los saraos y conferencias educativos, ésa de que “la escuela ha de ser un espejo de la sociedad” es una de las tontadas más perversas que los siglos han visto. La escuela debe ser un faro que ilumine. Si no es así, al que le toque vivir en un polígono, sólo le queda joderse, con perdón.

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Deseducativos.com

Mañana publicaremos la continuación de este interesante escrito, con especial atención a las nacientes clases (y aristocracias) de esta nueva España de la LOGSE.

6 comentarios:

Sigo por las ramas,  14 de noviembre de 2010, 13:00  

Si Expaña no ha saltado por los aires ya es gracias a que aún quedan personas como Maximiliano.

#Ignacio, no se si has visto una serie de televisión llamada The Wire.

Ignacio Egea 14 de noviembre de 2010, 13:32  

No, la tengo en la lista de espera para cuando me vuelva a dar de alta de una tarifa plana (ahora estoy con el móvil, lo que tiene sus ventajas y sus iconvenientes).

Un abrazo, cerrajero.

Caminante 14 de noviembre de 2010, 13:33  

He conocido algún barrio obrero populoso,hace muchos años,Bellvitge,en Barcelona,con casas prefabricadas,donde entre casa y casa cabía una mano en las juntas de dilatación.
Teníamos la Parroquía en un almacán(allí cabía Dios magníficamente,también es verdad)pero el deseo de todos era mejorar,trabajar y se intentaba educar a la naciente marginalidad. Veo que ahora se crean barriadas hacinadoras donde la esperanza está desterrada...
Estupendo artículo.
Un abrazo.

lurker,  14 de noviembre de 2010, 13:53  

"Lo que menos perdono a los políticos y a los pedagogos españoles es que, en nombre de un demagógico igualitarismo, han fortalecido escandalosamente la desigualdad."

Antonio Muñoz Molina.

LucioSil 17 de noviembre de 2010, 15:21  

Estimado amigo, muy bueno su mensaje y el remate cierto, la escuela ilumina. Y anda que si hablara yo de la mía y de cómo está todo ahora y de cómo está el instituto y todo. En fin.

Un saludo.

Telesfor 17 de noviembre de 2010, 15:21  

¡Estupendo, muy trabajado, enhorabuena!
Un abrazote.-

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